Enferma en el extranjero

Esta semana me enfermé. Mi cuerpo dijo basta y me obligó a tomarme el descanso que yo misma me he estado negando durante semanas, tal vez meses. El miércoles por la noche empecé a sentirme rara: dolor en las articulaciones, el pecho apretado, un poco de dolor de cabeza. Como de costumbre, ignoré los mensajes de mi cuerpo. Es normal estar cansada, pensé, trabajo a tiempo completo y soy mamá de una bebé de dos años. Dormir. Sí. Un poquito de descanso, y al día siguiente volvería a la carga.
Pues, no. Al otro día, por la mañana, me desperté totalmente afónica; cosa que es un poquito problemática cuando eres intérprete. Con bastante nerviosismo, escribí a la oficina para pedir un día de licencia por enfermedad.
¿Qué más podía hacer? No podía hablar, no tenía voz…Recibí una respuesta casi inmediata de una de nuestras secretarias (chilena, por cierto): ¡Cuídate mucho, querida! Su cariño y bondad me desarmaron por completo. Su respuesta amable me quitó un gran peso de encima.
Ahora a encontrar un médico. No es ningún secreto que el sistema de salud en Estados Unidos y, por consiguiente, en Puerto Rico, ha colapsado. Si algo, por casualidad, funciona, es por inercia (O por pala. Alabadas sean las palas.), y no porque el sistema funcione correctamente.
En Suiza las cosas tampoco son perfectas. Por ejemplo, aquí también hay una escasez de personal de salud. Tal vez, si empezáramos a tratar mejor a nuestros médicos y enfermeras en todos los países del mundo, la situación mejoraría — pero ese es otro tema. A pesar de esto, durante este primer contacto, me sorprendió el grado de funcionalidad del sistema médico suizo.
Primero, me preocupaba muchísimo no haber recibido nuestras tarjetas del seguro médico. ¿Qué haríamos si nos enfermábamos o si teníamos algún accidente? En el sistema médico estadounidense, estamos tan acostumbrados al abuso y la precariedad que pensamos primero en dinero o en trámites administrativos y luego en nuestro propio bienestar; o como me dijo elocuentemente una colega francesa: Aux États-Unis, on réfléchit deux fois avant d’aller chez le médecin (En Estados Unidos, lo piensas dos veces antes de ir al médico.). Mis amigos que viven aquí no entendían mi preocupación/obsesión por las tarjetas del seguro. Pues, vas, pagas y ya. El seguro te reembolsa todo, me decían.
¿Qué remedio? Me tocaría ir y pagar. Encontré una clínica con un médecin de garde, y fui con mi esposo. Estábamos mentalmente preparados para encontrarnos con lo que te sueles encontrar en una clínica ambulatoria o una sala de urgencias en Estados Unidos o en Puerto Rico: un despelote, esperas que duran horas, gente gritando enojada y letreros que dicen cosas como “PROHIBIDO CUALQUIER TIPO DE VIOLENCIA VERBAL O FÍSICA CONTRA EL PERSONAL DE LA OFICINA”.
Preparados para este panorama dantesco, cada uno con un libro debajo del brazo, ¡cuál fue nuestra sorpresa al no toparnos con nada de eso! La sala de espera era cómoda y no había mucha gente esperando. Tampoco tenían merengue o salsa tocando a todo volumen, ni televisores con programas mediocres de chismología. Tan pronto se percataron de que éramos hispanohablantes, buscaron una recepcionista y una enfermera que hablaban español.
Después de una corta espera, me pasaron al consultorio en donde me examinó el médico, amable, que también hablaba inglés. Le habló a mi esposo como colega. Se tomó su tiempo para examinarme, me mandó a descansar la voz hasta el lunes y me recetó una prueba de COVID y otra de estreptococos, así como varios medicamentos para el dolor de garganta.
Salí con la serenidad que tienen el don de transmitir los médicos cuando están en condiciones de hacer bien su trabajo. Ahora tocaba pagar. Todo esto seguramente sería carísimo. Ni modo. Para parafrasear los versos de Daddy Yankee: ¡Castígala! / Dale un tarjetazo. Saqué la tarjeta de crédito, lista para sufrir. De nuevo otra sorpresa: el total de la consulta, las pruebas y las medicinas fue de 160 francos suizos, o aproximadamente, 166 dólares. Y el seguro me reembolsaría todo, absolutamente TODO.
Cuando les digan que en Estados Unidos tenemos el mejor sistema de salud del mundo, recuerden que es una mentira cruel. No es más que la propaganda y el chauvinismo yanquis en su máxima expresión. Es hora de desengañarnos. Estaré afónica, pero nunca perderé la voz.